Caballo Árabe
Los caballos árabes tienen una cabeza en forma de cuña y bien refinada, frente amplia, ojos grandes, fosas nasales grandes y hocicos pequeños. La mayoría despliega un perfil distintivamente cóncavo.
Muchos caballos árabes muestran también una ligera protuberancia entre los ojos – única entre los equinos –, que aporta una amplia capacidad nasal que posibilita un mayor rendimiento en su entorno nativo desértico.
Otro rasgo en esta raza es el cuello arqueado, con una tráquea larga y bien formada dispuesta en una garganta limpia y refinada, que permite flexibilidad de movimientos sin comprometer la función respiratoria del animal.
La espalda del caballo árabe es ligeramente cóncava y corta, con un lomo fuerte y amplio, una pelvis bien angulada y una igualmente bien formada cadera – lo cual permite agilidad e impulso -, así como una cola de porte elevado.
Esta raza presenta una estructura ósea densa y fuerte, con un esqueleto único basado en una formación singular con 17 costillas, 5 huesos lumbares y 16 vértebras en la cola, en comparación con otras variedades equinas, generalmente con una combinación 18-6-18.
Los miembros son duros y limpios en el caballo árabe, con tendones claramente definidos y pezuñas perfectas en términos de tamaño y forma.
En cuanto a su tamaño, el caballo árabe se alza entre 140 y 160 cm, y pesa entre 370 y 450
kilogramos en adultos aproximadamente.